Vivir del arte

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HOY SE HABLA DE

Cuando pensamos en un pintor, en un escultor, en un artista, imaginamos que se pasa horas encerrado en su estudio creando. Visualizamos una vida cargada de emociones, colores, y satisfacción al terminar una obra.

Vivir del arte es otra cosa. Por norma, quien no pinta, escribe o esculpe como afición sino como profesional, no se gana la vida con ello, por lo tanto, si no disponen de un marchante de arte y visibilidad son profesionales que se ven obligados a trabajar el doble.

Hoy día es natural colaborar en varios lugares. Multiplicarnos para poder llegar a fin de mes. Quien dispone de un trabajo con un sueldo que le dé para vivir holgadamente lo consideramos un privilegiado.

Si tu verdadera profesión está ligada al arte con mayúsculas, compaginar esos trabajos con crear se convierte en un reto tan complicado como escalar la más alta de las montañas.

El artista necesita tiempo. Y dinero. Pero sobre todo tiempo y un espacio donde desarrollar su labor. Si pensamos en que el día tiene veinticuatro horas, trasladarse de un trabajo a otro consume tiempo y al final al creador sólo le resta una cosa: seguir siendo artista pero con un nivel de agotamiento considerable.

Ha de acudir a eventos, relacionarse, dejarse ver y sobre todo que sus obras sean visibles por el público, lo cual es complicado si se pasa el día trabajando en algo diferente. Por esta razón, dado lo difícil que es dedicarse al cien por cien a la creación, muchas asociaciones, galerías, etcétera organizan exposiciones para que el público adquiera las obras de sus asociados, de esos artistas con una doble vida.

En un mundo ideal, estos profesionales deberían dedicar su existencia a crear sin más cuestiones en su cabeza que reflejar su mundo interior en piezas que después otros disfrutarán.

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Imagen|Marina del Castell

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