El problema no está en animar a emprender, sino en hacerlo sin contar los riesgos

El problema no está en animar a emprender, sino en hacerlo sin contar los riesgos
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Las luces y las sombras. Las victorias y también las derrotas. Ser optimista no significa poner el foco, de manera ciega, en las primeras, si no hacerlo siendo consciente de las segundas. Entender que hay riesgos y dificultades, pero que es posible alcanzar el objetivo. En el caso del ‘fenómeno emprendedor’, está ocurriendo lo primero: sólo se habla de sus bondades como alternativa al acuciante desempleo, pero sin contar la otra parte, menos atractiva, de la historia.

Lo hemos hablado en muchas ocasiones en estas líneas: un cambio de mentalidad en España es, absolutamente, necesario. No hablo de que en este país haya una empresa por cada español, ni de que los trabajadores por cuenta ajena no sean merecedores de todo el aplauso y respeto. Se trata más de una actitud proactiva, de hacer, de dar pasos adelante por cuenta propia para conseguir objetivos personales y profesionales.

Partiendo de esa premisa, habrás comprobado, como yo, que se han multiplicado las voces (desde lo público, pero también desde lo privado) que nos señalan las magníficas bondades que tiene emprender tu nuevo proyecto empresarial como única alternativa al desempleo: ganarse la vida en lo que siempre te gustó, libertad, superación personal... Coloca ahí todas las que hayas leído en todo este tiempo.

En cambio, las voces que también advierten de los riesgos son, claramente, minoría. Las dificultades de financiación, el reto de la rentabilización en un mercado competitivo, el enorme sacrificio personal y profesional que acarreará, las posibilidades de perder importantes cantidades de dinero, la incertidumbre diaria... No es un camino de rosas y de eso también hay que hablar.

No se trata de aguar la fiesta a nadie, ni de ser un pesimista (siempre defiendo y defenderé un optimismo inteligente y proactivo). Pero sí es necesaria una reflexión sobre el efecto que puede tener animar a emprender proyectos, sin contar los riesgos verdaderos y las dificultades que habrá en el camino.

Emprender un proyecto empresarial por necesidad no tiene por qué acabar siendo negativo. Lanzarse a la desesperada, sin valorar los riesgos, puede pasar mucha factura. Eso no es ser optimista, sino más bien actuar de manera inconsciente.

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