Pocas cosas en las empresas se mantienen desde principios de siglo, pero algunos ordenadores pueden estar todavía gobernados por un sistema operativo con más de 17 años. Windows XP sigue vivo en muchas empresas aunque se ha convertido en un foco de problemas en muchos casos.
Porque cada vez son más las aplicaciones que directamente ya han dejado de funcionar, de ofrecer compatibilidad con el mismo. Basta actualizar un navegador, una aplicación de facturación que tenemos instalada para que deje de funcionar. Y lo peor de todo es que muchas organizaciones a pesar de eso se niegan a cambiarlo.
A medida que aumentan los años de los equipos informáticos, se necesita un mayor tiempo de mantenimiento. El problema está en que en muchas organizaciones existe una excesiva complejidad en sus sistemas, con equipos con Windows XP, Windows 7 y Windows 10. Y cuando falla algo no es tan sencillo dar con la solución. Porque muchas veces además la empresa se niega a asumirla propuesta de cambio.
No se trata ya en muchos casos de un problema de seguridad, que también, sino de una cuestión de funcionalidad. Hay que invertir en renovar herramientas de nuestra empresa y es necesario hacerlo de forma planificada. De otra manera nos podemos encontrar con sorpresas y que algo básico para nuestro funcionamiento deje de funcionar de un día para otro. Y entonces toca correr.
Hasta la propia Microsoft deja de dar soporte a cuestiones que tiene implementadas en XP como el protocolo de compartición de archivos en la versión que utilizaba con dicho sistema. Por supuesto ni siquiera hablamos del navegador Internet Explorer, hoy prácticamente inútil. Es hora de soltar lastre y las empresas han tenido mucho tiempo para el cambio.
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