¿Y si los robots pagasen impuestos? Los problemas de la imposición en las máquinas

¿Y si los robots pagasen impuestos? Los problemas de la imposición en las máquinas
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Desde la Revolución Industrial, la preocupación por el trabajo de algunos puestos que podrían ser fácilmente sustituidos por las máquinas ha sido latente. Los propios obreros han sido los adalides de la lucha contra el progreso que representan las máquinas, hasta el punto de surgir algunas corrientes filosóficas y movimientos populares y obreros, como el ludismo, que ha sido el símbolo de la resistencia obrera frente al avance de las máquinas.

Sin embargo, el progreso tecnológico ha sido (y sigue siendo) imparable. El aumento de la productividad provocado por la tecnología y la mejora de la calidad de vida de la población ha supuesto hecho que las máquinas y los robots hayan ganado la batalla, a pesar de la destrucción de empleo que han provocado. Por esta razón, muchos expertos han intentado proponer soluciones, como la imposición del trabajo de los robots, que podría hacerse extensivo a todas las máquinas en general. Pero, ¿podría ser una buena solución? Estos son los problemas.

La pérdida de productividad

La principal razón por la que se introduce una máquina en una empresa o industria es la ganancia en productividad. Gravar con una tasa a las máquinas implicaría desincentivar su uso en esas industrias y la consecuente pérdida de productividad. Si este se hace extensivo al país entero, se pierde competitividad en relación con otros países de nuestro entorno.

Deslocalización y pérdida de empleo

Hay que tener en cuenta que la tasa robot no la pagarían directamente las máquinas sobre las cuales se grava, sino a las empresas que son las propietarias de las mismas, lo que afectaría a su cuenta de pérdidas y ganancias. Cualquier tributo, por muy pequeño que sea, tiene repercusión sobre el empleo, y esta tasa no iba a ser menos, pues se corre el riesgo de que algunas empresas se deslocalicen y otras que tenían pensado regresar a España se lo piensen dos veces.

Los problemas técnicos sobre el sistema fiscal

Los sistemas fiscales de los países desarrollados están lejos de ser arbitrarios. Para la creación de un impuesto, tasa o tributo hay que conocer muy bien cuál es el hecho y la base imponible, el sujeto pasivo y contribuyente del mismo, y la contraprestación que recibirá la persona que lo paga. En el caso de los robots, todas estas cuestiones pueden parecer baladís, pero no lo son en absoluto.

Para empezar, porque es complicado determinar cuál será la base imponible del impuesto. ¿Sobre qué recaerá la tributación? ¿Sobre la productividad de la máquina? ¿Sobre el salario que la empresa considere que debería recibir el robot por hacer ese trabajo? ¿O sobre un nuevo indicador que se saque la manga el legislador? En cualquier caso, será una cantidad totalmente arbitraria y fácil de evadir por las empresas.

En este sentido, la segunda cuestión a plantear sería el significado de que el ente artificial sea un evasor fiscal. Si entendemos que, al igual que en el IRPF, el sujeto pasivo es el individuo que recibe una renta ¿Qué responsabilidades se le podrían atribuir a una supuesta persona física (o robot físico) que no paga sus impuestos? ¿Es la empresa la responsable civil subsidiaria de esto? En este segundo caso, entonces, se tendría que considerar que se trata de un nuevo impuesto a las empresas, y no un tributo que recae sobre los robots.

Por último, y no menos importante, ¿cuál es la contraprestación que reciben los robots? Para la mayoría de personas, la respuesta sería obvia: ninguna, porque los robots no tienen necesidades, y mucho menos la necesidad de tener una renta. Sin embargo, eliminar esta contraprestación, especialmente cuando hablamos de la Seguridad Social, supone cargarse de un plumazo la esencia de esta institución: un sistema de previsión social de ahorro para la jubilación.

En definitiva, el establecimiento de un impuesto plantea no pocos problemas prácticos de difícil solución. Al igual que ocurrió en épocas pretéritas, tendremos que acostumbrarnos a convivir con los robots y las máquinas; y como ha pasado a lo largo de la historia, esto no tiene por qué suponer un problema.

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Imagen | ronymichaud

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