La formación sí era la salida

La formación sí era la salida
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La formación sigue siendo la asignatura pendiente.El psicólogo Rafael Santandreu habla con frases cortas. Es la mejor forma de comunicar. Los mensajes calan mejor. Durante una entrevista, en la que él hablaba de mantener una actitud positiva frente a la adversidad, le preguntaron qué opinaría de su reflexión una persona desempleada. Él se limitó a añadir: si no tiene trabajo y se deja arrastrar por una depresión tendrá dos problemas, y el último le aseguro que es más difícil de solucionar.

Todos hemos pasado por esa situación. La de dejar un currículum tras otro y no recibir respuesta. ¿Sentir rabia o tristeza? Sí, es lo normal, pero pasado un tiempo hay que cambiar de estrategia. La postura de la queja o la de echar la culpa a terceros es un salvavidas al que aferrar nuestra rabia pero en vez de ayudar, nos hunde y nos deja sin energía. La formación era y es la única salida.

"Soy demasiado mayor", "Ahora no tengo dinero", "No me puedo concentrar", "¿Cómo voy a aprender algo nuevo ahora?". Esas son las excusas que nos repetimos como un mantra, pero nunca se es ni demasiado mayor ni resulta tan caro estudiar, dependiendo de lo que elijamos obviamente.

Realizar un grado medio o superior no tiene porqué significar un gran desembolso y sí una buena inversión a medio o largo plazo. Lo que resulta un mal negocio es no hacer nada. No es rentable ni para el bolsillo ni para la salud mental.

Hace unos años recuerdo haber leído una noticia en la que hombres y mujeres de más de cuarenta años habían decidido realizar una formación profesional. Le dieron una patada simbólica a su angustia, a las facturas por pagar (al fin y al cabo iban a seguir allí) y decidieron mezclarse con un grupo de adolescentes para formarse. Allí estaban con más de veinte años de diferencia. ¿Vergüenza? La vergüenza es un sentimiento inútil.

Esas personas ya tendrán su título y quién sabe si habrán comenzado otros estudios o habrán encontrado un empleo, lo que es evidente es que la depresión, apatía o amargura no sirven ni para rellenar el currículum ni para mejorar como persona, ahora es el momento de luchar y el conocimiento abre puertas.

Es un acto de humildad, de valentía y de admiración contemplar a hombres y mujeres que dejaron los estudios por un trabajo bien remunerado y ahora, tras veinte o quince años en una empresa, deciden rascar horas al día para buscar ese empleo que tanto se hace de rogar, a la vez que mantienen sus mentes ocupadas y sus conexiones neuronales activas por un fin positivo: aprender y si la perseverancia junto a la inteligencia emocional les acompaña, tal vez ese empleo esté más cerca.

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