Las cooperativas y sociedades laborales como solución ante la crisis empresarial

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Dentro de una semana se celebra el Día de la Marmota, una fiesta que por estas latitudes se conoce por la película del mismo nombre protagonizada por Bill Murray, aunque aquí tuvimos la desgracia de verla re-titulada como Atrapado en el Tiempo (no vaya a ser que el espectador tenga que pensar). El caso es que, en ocasiones, uno se siente como el protagonista, condenado a repetir una y otra vez los mismos momentos, las mismas situaciones. Algo así como el Eterno Retorno filosófico.

Y algo de ello hay en la que, presumo, sera una nueva primavera en la constitución de cooperativas y de sociedades laborales. Ante los miles de cierres empresariales, ante la crisis que nos azota, creo adivinar que esta fórmula, la de las sociedades no mercantiles, encaminada a salvar las empresas bajo el paraguas de sociedades no mercantiles, sera usada con frecuencia, tal y como ocurrió en recesiones anteriores, especialmente en los 80. Pero me temo que muchos se olvidaran de sus limitaciones y debilidades, que las tiene.

En esencia, la solución consiste en que los trabajadores, bien como sociedad cooperativa, o como sociedad anónima o limitada de carácter laboral, acaban asumiendo la gestión de la empresa. Partiendo de que son acreedores destacados y privilegiados de la empresa, tras negociar condonaciones y diferimientos con otros acreedores (Seguridad Social, Hacienda, proveedores, etc…) acaban asumiendo los activos de la empresa. Y algún que otro pasivo.

Sobre el papel suena bien, y no pretendo satanizar la fórmula, pero debemos ser conscientes de que no es el bálsamo de Fierabrás. En mi opinión, sus debilidades más difíciles de subsanar son dos:

  • Muchas de estas iniciativas son capitaneadas por los sindicatos. Por ello, o por el contexto social en el que nos movemos, lo cierto es que se suelen olvidar de la importancia de la figura del empresario, del gestor comprometido, del líder, es fundamental. Es difícil encontrar dichas figuras entre lso trabajadores, especialmente tras un proceso de crisis. Y aún más difícil que de haberlos puedan desempeñar su tarea en un contexto como el del marco regulatorio de las sociedades descritas.
  • Su estructura financiera suele ser débil. Los trabajadores suelen condonar la deuda a cambio de los activos, se suelen acoger a aplazamientos con organismos públicos y empresas privadas, pero no existen accionistas con capacidad financiera para sostener la liquidez necesaria para la empresa, más bien existen familias muy tocadas ya en lo económico.

¿Hay supervivientes? Desde luego, pero también una larga lista de victimas empresariales.

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