El funcionario

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HOY SE HABLA DE

¿Quién no ha tenido que lidiar alguna vez con una ventanilla o mostrador tras el cual estaba un funcionario?

Todos hemos tenido en alguna ocasión que pasar por semejante situación, y hay experiencias o anécdotas para parar un tren. Puedo dar fe que hay funcionarios de atención al público altamente eficientes, amables y bien preparados que son capaces de resolver cualquier duda que puedas tener o en caso contrario, dirigirte hacia la persona responsable.

Pero claro, también hay aquellos otros que no tienen esa vocación profesional de servicio público, y tu presencia parece que les “importuna”… como mínimo. Aquellos que cuando presentas una solicitud y te has dejado por marcar una casilla, o falta aportar un documento, sonríen y entonan aquello de “vuelva Vd. mañana”.

Os imagináis diciendo a un cliente: “Mira Juan, como no tengo el albarán, no te lo puedo hacer, es imposible, tendrás que venir otro día”, más bien le aportaréis soluciones, "no te preocupes, hazme llegar un mail o fax, con esa información lo solucionamos", etc…

Desde hace años se habla en la Administración Pública de la “clientización” del ciudadano, es decir, tratar a éste como si fuera un cliente, se ha desarrollado el Estatuto Básico del Empleado Público, para mejorar la calidad del servicio que el ciudadano percibe de la Administración, y aunque en la práctica se ha notado un gran avance, todavía falta mucho camino por recorrer, y muchos escollos por superar.

Para poder tener una Administración eficiente habría que introducir técnicas de gestión propias de la empresa privada, la búsqueda de resultados, la exigibilidad de unos objetivos claros y alcanzables, la optimización del presupuesto público, la formación y capacitación del funcionariado, etc.

Pero, siempre hay un pero, para que esto fuera posible deberían poder motivar a este segundo tipo de funcionario al que hacía referencia, que considera que por el hecho de haber aprobado unas oposiciones (y nadie le quita mérito alguno) tiene un trabajo para toda la vida con una serie de prerrogativas o derechos adquiridos, lejos de exigencias y responsabilidades.

A pesar de todo esto, la realidad, camina en sentido opuesto a la lógica, y escandaliza conocer que nuestros universitarios prefieren tener un puesto de funcionario que arriesgarse a montar una empresa, o que en las autonomías se han incrementado sustancialmente el número de funcionarios sin que el ciudadano de pie vea una mejora proporcional a dicho incremento en el servicio que se le presta.

No pretendo escandalizar a nadie, ni menospreciar a los funcionarios, sino simplemente reivindicar una serie de valores, que al igual que en la empresa deberían aplicarse al sector público, sector que por otra parte tiene como objetivo el servicio público, y por lo tanto la satisfacción de los ciudadanos, de todos nosotros.

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Imagen | Davidlat

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